El lamentable legado del PRO UCR - Abogarte

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El lamentable legado PRO/UCR
Carlos López De Belva
Me refiero al legado de PRO/UCR y no a CAMBIEMOS, frente que nuclea a otras fuerzas políticas, porque creo que el radicalismo ha desempeñado un papel lamentable dentro (dentro?) del gobierno de Mauricio Macri. La historia suela cobrarse estas agachadas. Difícilmente las absuelva.
El listado de calamidades, de esta verdadera pesada herencia, es muy extenso.
En lo que hace a la profesión en que me desempeño hace cincuenta años, a los que hay que agregar diez anteriores como funcionario judicial, lastima el desempeño que han tenido muchos jueces, casi todos los de Comodoro Py, ganando para el edificio en que laboran, la denominación Comodoro PRO.
Los abogados esperamos y exigimos de los magistrados judiciales, mínimamente que cumplan con su obligación de garantizar el acceso a la jurisdicción idónea, imparcial e independiente para todos.
Los jueces siempre han sido presionados por el poder político, el poder mediático y el poder económico. Si no tienen el valor de resistir y denunciar esas presiones, lo honesto es renunciar.
No han hecho eso. No solo eso, sino que han medrado con el poder que les dio el acomodamiento a los intereses del poder de turno.
Repugna al espíritu democrático y al anhelo de justicia, lo que ha dado en llamarse lawfare y que se ha enseñoreado en la región.
Esta suerte de Plan Cóndor 2, ha venido a reemplazar los sables por las togas.
Recuerdo que durante el menemato entrevisté, en un programa radial que conducía, a Julio Cesar Strassera y hablando de la sumisión de los jueces al poder de turno, me dijo que no hace falta tocar el timbre de los juzgados, que los jueces están programados para complacer los intereses del poder de turno.
Creo que es un verdad a medias y que los jueces construyen y acumulan poder y no solamente son sumisos.
Pero, más allá de las elucubraciones que podamos desarrollar, lo cierto es que el papel desarrollado por muchos jueces ha sido bochornoso. Esto tampoco merecerá la histórica absolución.
La independencia del poder judicial en estos casi cuatro años, ha sido un sarcasmo.
Primero se intentó; en una inédita forma de despreciar las instituciones de la democracia, nombrar dos jueces del máximo tribunal de la Nación, por decreto. Ambos soberados no encontraron obstáculo alguno a ese procedimiento.
Magistrados y abogados adversos al manoseo institucional y tozudos defensores del Estado de derecho fuimos agraviados permanentemente.
Los abogados y abogados, los jueces y las juezas que bregaron y bregamos por los derechos de los más necesitados, de los débiles, fuimos denostados.
Los defensores de los derechos humanos, como no podía ser de otra manera ante un gobierno para el que esos sagrados derechos son un curro.
Los negacionistas, los apologistas del Estado terrorista, estuvieron en su salsa.
El Estado fue convertido en una empresa deficitaria para las grandes mayorías y altamente beneficiosa para inescrupulosos ávidos de poder y de dinero.
Los negociados, a lo sumo, fueron admitidos como conflictos de intereses.
La funcionaria encargada de velar porque esos casos no se dieran impunemente, está enamorada del Presidente, según dijo. Se limitó a perseguir funcionarios de la anterior administración y con una encantadora frescura admitió que no investigaría casos de corrupción (obvio que no empleó esta palabreja), porque sería tildada de parcial. Pero, fue aún más eficiente en la usurpada función que legalmente corresponde a un abogado o una abogada, y les aconsejó a los funcionarios (CEOS) que no dejaran los dedos marcados y delegaran la firma en algún perejil.
El papel de la prensa hegemónica tampoco saboreará las mieles de la absolución de la historia. Envenenaron las mentes de quienes estuvieron predispuestos; por ignorancia, holgazanería intelectual u odio, fundamentalmente en contra de los pobres.
Y así, como quien no quiere la cosa, llegamos al tema al que me quería referir: el odio.
Por supuesto que esto no es novedoso. De niño vi a otros niños escupir una foto de Evita. De un poco menos niño vi bombardear la Plaza. Vi noticieros en el cine, de una virulencia, de un odio de clase, de una crueldad verdaderamente alarmantes. Al mismo tiempo, de una estupidez sorprendente, que; como en el presente, a pesar de todo eso, prende.
Y el odio volvió. En realidad, creo que nunca se fue. Que está latente y cuando soplan vientos favorables para su desarrollo, nos atropella
Un sector de nuestra sociedad odia con ese sentimiento absurdo e irracional. Incluso imitando al que odia por linaje. Llamo piojo resucitado al clasemediero que piensa como un Patrón Costas aunque se cague de hambre como el semejante al que desprecia.
Ese odio irracional es profundamente hipócrita.
Muchos de los que agraviaron, insultaron, denigraron, discriminaron durante estos casi cuatro años, ahora salen con sermones de pastor clamando que  no se les tome el pelo por haber perdido.
Otros son más honestos y no pueden dejar su virulencia de lado. Amenazan con quemar esos harapos que dicen que antes regalaban, para no seguir haciéndolo. O de tirar a los perros las sobras de sus comidas que, según también dice, antes regalaban. Esto es odio de clase químicamente puro.
Pero es un odio de clase curioso, porque muchos de ellos pertenecen a la misma clase de aquellos a quienes desprecian. Lo que pasa es que tienen un espejo distorsionado, que les devuelve una imagen mentirosa que ellos y ellas consumen sin filtro.
Muchos descienden del “viva el cáncer”, o del “por algo habrá sido” o del anterior “aluvión zoológico”. Ahora son los del “no fueron 30 mil”, o “los derechos humanos son un curro”.
Y ahora, otra vez como sin quererlo, llegamos al dato que considero central.
En la escalada del odio, en esa espiral ascendente, han llegado a un límite inimaginable. Antes nadie atacó, abiertamente al menos, a las Madres y a la Abuelas de Plaza de Mayo. Muchos de ellos y ellas sí.
Qué hacer?
Responder con la misma carga de odio sería suicida. Lo que deberemos hacer, y no será fácil, es dar la batalla cultural y predicar con el ejemplo. Terminar con la filosofía de los “ellos” y los “nosotros” con esa insoportable carga de desprecio.
El tejido social está muy dañado.
Primero tendremos que sacarnos el odio que podamos haber adquirido, consolidad los principios de la alteridad, de la solidaridad, de lo colectivo, del asistir al que lo necesita. Lo demás vendrá solo.
Y a lo mejor no. Pero, creo que deberíamos intentar lo que nos sea posible.
El odio es horrible




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