ORAL Y PÚBLICO, emisión del 26/5/1995. Haydée Birgin, violencia familiar - Abogarte

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En la emisión del día 26 de mayo de 1995 recibimos en la emisión N° 21 de ORAL Y PÚBLICO recibimos en el piso de la FM Palermo a la colega Haydeé Birgin, abogada, feminista.
Se refirió a temas tales como violencia familiar y respondió varias preguntas de distintos oyentes.
Hace 25 años nos permitimos matizar la entrevista con la milonga Tortazos, hoy sería impensable esa humorada. La referencia musical, de cualquier manera, demuestra cómo la violencia de género fue naturalizada en ciertas épocas.
El caso de la niña Daniela fue también abordado
De ella decía su nieta en la nota que transcribo a continuación:
Haydeé Birgin. El legado de una pionera feminista
Por Melina Callebaut
“¿Qué pensaba tu abuela sobre esto?”. Lucía Bruniard, de 20 años, recibe esta pregunta muy a menudo. Los pañuelos verdes cuelgan de muchas mochilas y las marchas del 8 de marzo convocan a miles de mujeres que salen a la calle en todo el país, pero no cualquiera se crió en brazos de una abuela militante y feminista.
La abuela de Lucía fue Haydée Birgin (1938 – 2014), una de las mujeres que en los 70, junto a un grupo de profesionales como las psicoanalistas Martha Rosenberg y Mimi Langer, empezaron a preguntarse sobre el rol de la mujer. Haydée abrazó el feminismo muy tempranamente y desarrolló todo un posicionamiento que no era mayoritario en la gente que hacía política en Argentina.
Su llegada a la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires no fue una casualidad. Su familia paterna tenía una impronta profesional y ella, como la primera de su generación, continuó con esa línea y estudió Derecho mientras participaba en espacios de militancia. Su interés por la política ya se había manifestado durante su adolescencia y comenzó a participar en la Federación Juvenil Comunista (la Fede) mientras transitaba el secundario. Mariana Karol, su hija que hoy tiene 57 años, cuenta que fue parte de una generación a la que la militancia universitaria le dio una pertenencia muy marcada y allí hizo amistades que conservó toda su vida.
Su participación en la política nunca fue algo secundario. Luego de ser expulsada de la Fede, se unió a la Alianza Popular Revolucionaria ya siendo madre. Durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón la situación para los militantes comenzaba a tensarse ya que grupos paramilitares, como la Triple A, perseguían a grupos de la izquierda. El contexto y su actividad política comenzaron a afectar su vida personal. En 1975, Mariana, con once años, la acompañaba a la Cárcel de Devoto a ver a los presos políticos a los que defendía mientras su estudio era allanado. En un año vivieron en diez casas. El clima era invivible.
Su casa en el barrio de Palermo quedó montada, como si estuviesen viviendo ahí, pero en enero del 76 en vez de cambiar de casa como ya era usual, Haydée se fue a México, donde vivía su íntima amiga de la infancia, Susana Kofman. México era un país en el que podía quedarse sin problemas dos o tres meses. Tenía techo y comida y ya era refugio de algunos exiliados argentinos y lo había sido para los españoles que habían escapado del franquismo. El golpe del 24 de marzo del 76 la sorprendió a ella, su hija y su marido allá, y los supuestos tres meses  de estadía se convirtieron en años. A Haydée, México le cambió la vida.
Era “muy argentina”: hablaba muy rápido y nadie entendía lo que decía, pero logró insertarse muy bien. Usaba ropa llamativa y andaba de un lado para el otro con el mate encima. Tuvo muy buenas amigas mexicanas y le fascinaba la cultura local y sus colores. Su compañera Mimi Langer también estaba allí y la ayudó a encontrarse con un grupo de feministas muy fuerte de corriente psicoanalítica. Su conexión con el feminismo se volvió algo mucho más fuerte de lo que ya era en Buenos Aires.  
Nunca paró de trabajar en lo que le interesaba y, con una veta más sociológica, ingresó al Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo (CEESTEM), en el que investigó sobre la mujer y el nuevo orden internacional. Allí conoció a Luis Herrera Lasso, un compañero mexicano con el que compartió el cubículo en el que trabajaban. En su relato sobre esta experiencia, Luis recuerda a Haydée como una persona divertida, flexible, observadora, con calidez humana. Se reía cada vez que él hacía bromas sobre el feminismo y en vez de ofenderse aprovechaba, con mucha paciencia, cada posibilidad para intentar explicarle por qué la mujer era un tema de la agenda política internacional. Logró conquistar a todos y entendió a México y a los mexicanos. Su curiosidad y su interés eran inagotables.
Durante su exilio mantuvo contacto con la gente en Argentina y participó en la organización de los “argenmex“. Las noticias siempre iban y venían de alguna manera. Nunca paró de militar en organismos de solidaridad y cada vez que alguien escapaba de la dictadura y llegaba hasta allá lo recibían y se enteraban de lo que estaba sucediendo.
Al escuchar sobre la Guerra de Malvinas y el eventual fin del gobierno militar, Birgin decidió volver a Argentina mientras su hija se quedaba estudiando en el país en el que había transitado toda su adolescencia. Como su casa estaba alquilada, se instaló en un departamento chiquito y comenzó a participar muy activamente en reuniones políticas, en las que ya se hablaba del retorno de la democracia. Aquella identidad de abogada que había abandonado en el exilio resurgió y, con la asunción del político y abogado Raúl Alfonsín como presidente, participó en muchos de los actos fundacionales feministas. Junto a Zita Montes de Oca, trabajó en lo que fue la primera Subsecretaría Nacional de la Mujer, un organismo que era parte del Ministerio de Desarrollo Social
El 8 de marzo de 1984, en un bar cercano al Congreso de la Nación, algunas mujeres compartieron la emoción y el cansancio de la primera conmemoración en democracia del Día Internacional de la Mujer. Y entre ellas estaba Haydée, que parecía conocer a todo el mundo. Charlaba breve y apuradamente con cada persona, iba y venía sin descansar ni un segundo porque tenía mucho entre manos.
Con la misma vocación de militancia atendía casos en su nuevo estudio jurídico. Con la misma intensidad de siempre, se dedicaba a cada mujer y las atendía horas y horas. La perspectiva feminista estaba siempre, pero eso no implicaba un trato mimoso ni complaciente a las víctimas. Era sincera, directa y, al igual que con Luis Herrera Lasso, intentaba, cuando podía, enseñarles.
Comenzó a trabajar en cuestiones de género y acceso a justicia y en 2003 fundó el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), una ONG dedicada a esto. El narcisismo de algunas personas muchas veces hace que sus instituciones se vayan con ellas, pero éste no fue el caso de Haydée Birgin, que se esforzó para armar equipo y supo delegarles su tareas a la generación siguiente.
Su manera de vivir por fuera de lo profesional era completamente coherente. Sí, intensa. Sí, muchas cosas a la vez. Le gustaba comprarse ropa en los lugares más caros, era coqueta y se cuidaba mucho. Cocinaba comida rica, usaba muchos sombreros, aros y collares. Rompía con la imagen del militante típico.
Cuando su nieta Lucía era chica, su hija temía dejarla con ella porque cuando caminaba por la calle iba muy acelerada y haciendo demasiado. No era la típica abuela. Llevaba a su nieta a todos lados, como supo hacerlo con Mariana antes del exilio. Lucía a veces no quería ir a visitarla porque le peleaba por cualquier cosa, según Haydée para que ejercitara la argumentación. Era una madre para muchas hijas, pero sólo tuvo una. Mariana cree que una sola era muy poco para semejante intensidad. Pero poco a poco fue juntando hijas adoptivas a las que ayudó y un poco trataba de solucionarles la vida. Con su lado positivo y negativo. Su familia eran sus amigas. No podía ser muy crítica con la gente a la que quería.
Sus últimos años fueron difíciles y dolorosos. Era una mujer que valoraba la inteligencia y la autonomía. Una serie de pequeños ACVs limitó sus capacidades y ella fue consciente de eso. A pesar de su muerte, Mariana siente que su madre la acompaña cada día. Está muy presente en un recuerdo que no es melancólico, es amoroso. Lucía llama tías y primas a todas aquellas hijas que su abuela fue cuidando.
Un año después de su fallecimiento a los 76 años, en el 2014, el feminismo comenzó a tomar masividad en el país con las marchas de Ni Una Menos y, luego, con la lucha por la aprobación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Cada día, Lucía sale de la casa de su abuela, en la que ahora vive, y va la Facultad de Derecho con su pañuelo verde colgado en su mochila mientras se pregunta ella también qué hubiese pensado su abuela sobre ciertos temas.
Fuente: Diario Publicable diario digital de TEA


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